- No me dejes - gritó el artista, pero ya era tarde. La decisión estaba tomada. Y lo abandono, dejándolo solo. Él solo pudo llorar por su perdida. Había perdido lo que más necesitaba. Lo que nunca juzgó posible, había sucedido en el peor momento. Su desdicha era inmensa, su tristeza anulaba cualquier otro sentimiento. Había perdido su inspiración, había perdido a su musa. Ahora no encontraba fuerzas para continuar con su trabajo, recogió todos sus bártulos en un armario e intento dejarlo todo atrás. Cambiar su vida, cambiarse a sí mismo.
Ella le observaba cada noche por la ventana, y sufría su dolor, compartía su melancolía. Pasaban los días y su corazón se marchitaba tanto como el de él. Decidió volver.
Un día, sin previo aviso, se presento ante el artista y él con lágrimas en los ojos la abrazó. Descubrieron que no podían vivir uno sin el otro, porque entre ellos había un vínculo más fuerte del que creían. Se amaban tanto que uno sin el otro, eran como un día sin noche, no estaban completos. Ella le prometió quedarse con él. Él solo pudo asentir y pedirle disculpas por todos sus errores. Desde ese día el artista disfrutaba creando y ella le inspiraba un amor tan profundo que confería a sus obras una nueva dimensión, desconocida para otros artistas. Y así, un artista y un hada, crearon un arte que perduraría para siempre, el arte del amor.
"El hombre que no ha amado apasionadamente ignora la mitad más hermosa de su vida."(Stendhal)
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